La alta sensibilidad: un viaje que comienza en casa
- Agustina Krause
- 2 mar
- 2 Min. de lectura
Cuando hablamos de alta sensibilidad, lo primero que se nos viene a la mente es un niño o una niña que vive el mundo con una intensidad única. Esos chicos que parecen captar cada detalle, cada emoción, como si tuvieran un radar especial. Uno se pregunta: ¿para qué sirve sentir tanto? ¿Qué implica esto para ellos? Sin embargo, la respuesta no está solo en esos pequeños que nos sorprenden día a día. Hay que mirar más cerca, en el corazón de la familia: a los padres.
Esto no surge de la nada, ¿saben? En muchos casos, detrás de un hijo o hija con esa profundidad emocional hay un papá, una mamá o ambos que también llevan ese modo especial de percibir las cosas. No es casualidad. Por eso, el punto de partida está en casa, con quienes los criamos, antes que con el niño o la niña que lo expresa tan claramente.
Lo veo seguido en charlas con padres. Alguien llega y dice: “Mi hijo siente todo con una fuerza tremenda, ¿cómo lo acompaño? Se emociona por cualquier cosa, se satura fácil”. Buscan entender, encontrar un modo de ayudar. Pero en esas conversaciones siempre aparece un momento clave: se dan cuenta de que no se trata solo de guiar al pequeño. Es algo más grande, más profundo. Para estar ahí de verdad, primero hay que revisar la propia sensibilidad, esa que tal vez siempre estuvo presente, pero que no siempre supimos cómo manejar.
Porque de eso va la cosa. No alcanza con estar al lado de alguien que vive las emociones tan a fondo; hay que hacer un trabajo personal primero. Mirarse, entender por qué a uno también lo atraviesan ciertas cosas con esa intensidad que a veces descoloca. Es un ejercicio de introspección que puede costar, pero que vale la pena. Cuando uno empieza a comprenderse, se abre un panorama enorme: hay más claridad, más conexión con los chicos, un crecimiento que se comparte.
Entonces, si estás buscando cómo apoyar a un hijo o hija que siente todo con el alma, te propongo arrancar por casa. Dedicá un momento a observarte, a escucharte, a entender qué pasa adentro tuyo. Porque esa manera de sentir no es exclusiva de ellos; es muy probable que también forme parte de vos. Y cuando lo asumís, se transforma en una oportunidad única de conocerte mejor y de fortalecer ese vínculo tan especial con tus chicos.
¿Te has reconocido en estas palabras? ¿Has notado similitudes entre tu forma de sentir y la de tus hijos? Te invito a compartir tus experiencias en los comentarios y a seguir explorando este tema juntos.
La seguimos :)
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